Muerte

Muere maldita muerte. Muere y aléjate de mí.
No me esperes en ninguna esquina pues no te responderé.
Muere maldita muerte, muere y no vuelvas a respirar.
No quiero ver tu sombra avalanzándose sobre mí.
Escondiéndose en cada hendija que crece entre los ladrillos.
En cada poro en la piel de la madera.
En cada instante cuando menos te quiero ver.

Vuela maldita muerte, vuela lejos de aquí.
Y no regreses que no te estaré esperando.
Ni ninguno de los míos te recibirá.
Yo les daré espada de luz para que traspasen tu mezquindad.
Tu lujuriosa hambre de ser.
Tu impredecible predictibilidad.
Mal agüero de los que seguimos vivos.

Yo sé que me quieres a mí.
Soy tu preciado trofeo,
el que nunca has podido tener.
Me has perseguido toda la vida,
Por cada rincón, en cada momento.
En cada ser que me has quitado.
En cada alma que te has llevado.
Tú no eres mi amiga, yo no te quiero y jamás te querré.

Muere maldita muerte, muere y déjame vivir.
Ya no soporto tu hediondéz.
Se que pronto vendrás.
Y cuando vengas,
me vestiré de púrpura y de tinieblas me llenaré las manos.
Y te recibiré como novio que recibe a su amante.
Pero por ahora aléjate de mí.
No me sigas robando momentos.
Mis pequeños instantes.
Las simples cosas que me hacen feliz.
Aléjate de mí.

1 comentario:

ENDER AGUSTIN dijo...

Hermano, que vaina tan buena la de este cuento...Muerte a la muerte o darle vida a la muerte? Qué cruce entre las muertes¡¡ El Yo rememora a Juan Preciado cuando manifiesta "hablemos mientras podamos, porque vamos a estar mucho tiempo muertos"; frase aperitiva de la lectura de "Pedro Páramo"; aquí deseándolo a ella, lo mismo que nos da...pura muerte